16 agosto, 2007

Azar y tiempo
(La dimensión material del ser humano III)

Ha pasado un tiempo considerable desde que escribiese el anterior post. Esta ausencia se debe sobre todo, a que no sabía muy bien como continuar. Pero ya tengo unas cuantas cosas más que decir. En el anterior texto creo que se me escapaba un concepto muy importante, esto es, la dicotomía causalidad-azar.

En la ciencia, no existe por principio el azar. Todo tiene una causa. Parten de este principio para poder construir su corpus. El propósito de la ciencia no es otro que esta búsqueda, formulando a su paso hipótesis, leyes y teorías. En cierto modo, la filosofía actúa muchas veces de este mismo modo, sólo que ésta puede permitirse romper con cualquier método, ya que como anteriormente expuse, la filosofía se caracteriza por la acción de poner todo en cuestión. No obstante, la ciencia tampoco opera siempre rigurosamente respecto a su método, si acaso nunca lo hace.

Volviendo al tema, puede trazarse una línea en la que en un extremo se encuentre una causalidad absoluta, y en la otra un azar ídem. La naturaleza de estas concepciones y las posibilidades intermedias radica en la concepción del tiempo que se proponga. En el post anterior definí el tiempo como una característica de la realidad que posibilita el cambio entre las distintas configuraciones de la realidad. Intentaré explicarlo mejor:

Supongamos que detenemos el tiempo completamente. Tendríamos todo el conjunto de la realidad configurada de una forma determinada. Si activamos el tiempo de nuevo, pasarán otras cosas distintas, la realidad irá cambiando, ¿pero que nos garantiza que de una determinada configuración se siga otra concreta? Esto es una crítica al principio de causalidad. Hume lo dejó bastante claro con su ejemplo de la mesa de billar: cuando vemos que una bola golpea a otra, esperamos que ésta se mueva, pero es únicamente nuestra experiencia la que nos dice que la bola se moverá. Realmente, no hay nada que nos garantice que la bola se va a mover, en lugar, por ejemplo, de que se quede quieta, o cambie de color.

Estas ideas pueden resultar descabelladas, pero a un nivel subatómico las partículas parece que se comportan así. De todos modos, se me ocurre otro modelo que puede defender una estructura totalmente caótica. Para ello, simplifiquemos el universo en por ejemplo, tres elementos, que pueden denominarse “a, b y c”. Una permutación de estos elementos daría seis resultados posibles, por ejemplo: “a-b-c” o “c-b-a”. Estos distintos estados no podrían darse a la vez, por lo tanto, en la medida que cambian el tiempo avanza. No obstante no hay ninguna ley que diga cual es el estado inicial –si acaso lo hay–, ni tampoco –y esto es lo importante– cual estado implica el otro. Así, este universo podría pasar alternativamente de un estado, por ejemplo, “a-b-c” o “c-b-a”, a cualquiera de los otros posibles. El problema de este experimento mental que he planteado es que la realidad es mucho más compleja, pero creo que es ilustrativo de lo que quiero decir.

En el otro extremo, se encuentra una postura más clásica de la ciencia, que no es otra que la determinista. Así, todo lo que sucede está determinado por unas leyes físicas. De una determinada configuración del universo CA, se sigue otra concreta CB.

Normalmente se tiende a adoptar una postura intermedia, esto es: hay procesos deterministas y procesos azarosos. El ejemplo más claro es el de las nubes y relojes de Popper.

No hay nada que impida que pueda construirse un universo en el que unas leyes siempre se den, pero permitan una determinada elasticidad en los acontecimientos.

Por otro lado, cabe plantearse el problema de los universos paralelos. Un sistema totalmente azaroso daría una cantidad ingente de universos. Es decir, que en cada conjunto del tiempo de cada universo, sucede una cosa totalmente distinta.

En la otra cara de la moneda, para que en un sistema totalmente determinista se diesen universos paralelos, habría que cambiar las situaciones iniciales de cada universo. Así, si en universo yo escribo este post, y en otro no lo escribo, no se deberá a nada azaroso, sino a que en uno la configuración inicial llevó necesariamente a que lo escribiera, y en el otro a que no.

En la posición intermedia, aparece la imagen de los universos paralelos que todo el mundo suele tener en mente. En universo todo es igual al otro, hasta que por ejemplo, en uno decido crear mi blog en blogger, y en otro en wordpress.

En este punto, se toca lo que propiamente me interesa, y no es otra cosa que la naturaleza del hombre: Ya sea el universo azaroso o determinista... ¿dónde queda la voluntad humana? En un universo determinista actuaríamos conforme a las leyes eternas del universo, por lo que no decidiríamos nada. En un universo totalmente azaroso tampoco: lo que vivimos es lo que nos toca por azar.

La voluntad, a mi juicio, no es algo existente nada más que en la propia conciencia humana. No sabemos por qué hacemos lo que hacemos, simplemente lo hacemos. Podemos pensar que tenemos buenas razones para actuar un modo o de otro, pero simplemente no sabemos de donde provienen esas razones.

Pienso que la naturaleza universo tiene que situarse en algún lugar de la línea que antes tracé: esto es, ser totalmente caótico, totalmente determinista, o situarse en medio. La primera opción impide el avance científico: si no hay leyes, no tiene sentido buscarla. Las opciones más pragmáticas parecen la segunda o la tercera. Personalmente creo que hay que ser determinista para poder hacer ciencia, pero quizá halla que pensar en el azar cuando las leyes no funcionan.

Lo cierto, es que independientemente de lo que creamos, la realidad está ahí (el dasein Heideggeriano). Podemos inventar miles de teorías mediante la lógica, en ésta parece que todo es posible, pero a la hora de la verdad, no siempre concuerdan con la realidad que se nos presenta. Pienso que no vale cualquier teoría, pero que tampoco debe deificarse la ciencia. Lo que ésta nos dice es fruto de muchas experiencias. En la medida en que se han construido unas teorías que nos dan una imagen convincente de la realidad, las damos por buenas, pero esto no implica que sean verdaderas. En cualquier momento podemos encontrarnos con un caso que niegue una ley, tal como explica el falsacionismo del ya citado Popper.

En cualquier caso la experiencia es la única vía que tenemos para comprobar las ideas que tenemos sobre la realidad, la cuestión es no afianzarse a una determinada verdad. Por ejemplo, la medicina occidental pretende tener la verdad, pero su fundamento no es más que el de cualquier otra medicina, esto es, que funciona. Podemos aprender mucho de medicinas tradicionales, porque dan respuesta a problemas que la medicina occidental no sabe resolver. Esto no implica que confiemos en los curanderos, hay que saber cotejar.

En cualquier caso, tras toda esta réplica a mi anterior post y a la ciencia en general, creo que puedo pasar a considerar como considera la ciencia el universo, para ver como afecta esto al hombre, al menos en su dimensión material.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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