18 junio, 2007

Océano


El equilibrio en mis manos,
soy dueño de mi destino.

La flor que sin razón florece
es más bella bajo los ojos
del que sólo contemplar desea.
El sueño, corazón vedado,
la libertad a través
de la niebla infinita.

Murmullo sonrojado,
amor consumado,
los pétalos rezuman rocío.

La calidez de lo humano
en un palpitar salvaje:
la sima iluminada.

Humedad despojada de albero,
al cantar de ángeles muertos.
Lágrimas encapsuladas.


La paz del anhelo fluye
a través de mis párpados secos.

El calor de la sombra vaticina
el crepúsculo a lo lejos:

Mis manos tejen mi sino.