23 noviembre, 2009

El poema existe antes de que lo escriba...

O el libro, la partitura o el óleo que nunca colgará en la pared de un museo invisible. Las cosas existen antes de que las creemos, y es sólo a través de nosotros cuando cobran vida.

Estas ideas de reminiscencias platónicas pueden comprobarse precisamente con la revisión de ciertos tópicos: ¿cuándo es verdad 2+2? La respuesta es siempre, independientemente de que nunca hubiese existido un ser que hubiese pensado esa idea o trazado esos signos.

¿Entonces existe el mundo de las ideas? En realidad no, lo que más allá de toda condición es verdad no es, sino que se sitúa en el ámbito de lo posible. Y tal mundo es infinito.

Enfrentemos esto clásicamente con Aristóteles: "Todo lo que estoy diciendo no tiene ni pies ni cabeza, la idea de 2+2 es algo que no existe en sí misma, es algo que abstraigo de la realidad". Pero esto es una falacia, pues si obtengo algo de algún sitio, este algo tiene que existir previamente, sino me sería imposible extraerlo.

Llamamos arte a lo que nos gusta, y esta idea de arte nos la proporciona la sociedad. Las ideas fluyen por la sociedad, encarnándose individualmente en cada uno. Otras ideas me dicen que el arte es algo más complejo.

Un artista crea cuando está inspirado, cuando un determinado cúmulo de ideas llegan a él cobrando forma. Del mismo modo que una pieza musical sólo puede deleitarse cuando no hay otro ruido que la interrumpa, el artista crea, y crea mejor, cuando el silencio se hace alrededor de su obra todavía nonata, permitiéndole florecer.

Es cierto que a veces los gritos de la criatura no permiten ni que el silencio llegue, es por esto que los lamentos de un artista-bebé suelen acabar en obras lamentables. Pero impresa está la fuerza del sollozo, las ganas de vivir.

El arte nunca puede morir, permanece latente, porque siempre existe en el mundo de lo posible. Sólo el silencio de la estupidez de esta sociedad puede permitir al arte renacer.